Hay situaciones en la vida, que por azar o por fortuna, se
esbozan dos pequeñas líneas temporales. La primera línea viene del pasado, y
suele estar acompañada por un "hasta aquí", y la segunda línea
temporal, la del presente, suele estar preparada con un "a partir de
aquí".
Sin embargo, por deberes de la
presencia humana, y a veces por la necedad de los hechos, esas dos líneas
temporales, aparentemente separadas por un revés de la vida, se tornan unidos
para que, en otros tiempos, recordemos qué hicimos y por qué lo hicimos. Es
verdad que por muchas situaciones que vengan a la mente, esas dos líneas
temporales describen dos momentos y dos sentimientos: la nostalgia y la
esperanza, respectivamente.
Dos líneas, para algunos tan
distantes y para otros tan lejanos. Pero en cierta medida, todos sabemos que
esa división es fruto de la necesidad de imponernos un principio y un fin. Un
principio a partir de un fin de algo; o bien el fin de un principio. Esos
hechos, aleatoriamente sucedidos, no son mas que pasto de la desesperanza y del
miedo a herir nuestro orgullo.
¿Qué más da que lo sucedido no
vuelva?¿Qué más da que lo haga? No hay nada más sencillo que afrontar los
hechos y como tal, entonces, actuar consecuentemente. Ello no quiere decir que
sea una rendición, pero tampoco empecinarse en negar lo evidente. No es pensar
que ahora es un nuevo ciclo, si no pensar que desde ese momento, es una prueba.
Una prueba que, tristemente,
no muchos suelen superar y por entonces deciden, en mi opinión injustamente, en
buscar otras líneas temporales y que estas mismas van a ser un remiendo de los
fallos sucedidos anteriormente... Es un remiendo a la vida. Hay que seguir,
planear la situación, entenderla, acatarla y entonces, aparecer como fuerza
astuta y no parar hasta ver que definitivamente eso acabó o nunca debió cesar.
Una prueba que no es cosa
unilateral es una prueba a acometer con cuantos quienes integran los hechos que
perfilaron la línea temporal. Todos ellos deben, por imperativo necesario y más
que justificado, intentar salvar la prueba y que ello refuerce el vínculo,
cualesquiera hubieran sido creados con anterioridad.
Si no se hace, sí hay una
rendición. Una rendición a partir de la cual damos victoria a los miedo y damos
perdición a los deseos. Y es que los deseos por muy abstractos que pudieran
ser, si se formulan y perfilan adecuadamente, son más realidad que ficción. Más
vida que sueño; porque al fin y al cabo, y citando a Calderón de la Barca
"la vida es sueño" y ¿qué es la vida? " un frenesí [...] una
ilusión, una sombra, una ficción". Y nosotros nos creamos el sueño, nos
creamos la vida... Y el sufrimiento de la vida no es aleatorio es predispuesto,
predispuesto por nuestros miedos.
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