Puede ser que cuando empezábamos a describirnos las cosas no salían tal y como queríamos. Pudimos describirnos de la forma que queríamos que nos vieran, o simplemente como uno quiere verse. Puede que en ese entonces, uno quisiera encontrarlo, y la otra persona también lo quisiera pero tenía miedo. Miedo a nada, pero miedo a todo. Era una sensación de querer lanzarte pero que al mismo tiempo, recordar la sensación de nada, del vacío. La oscuridad.
Hablan de la esperanza, la paciencia, el tiempo y no sé cuántas palabras más que, como placebo para muchos es ideal, pero para otros es una morfina que adormece, poco a poco, pero cuándo pasa su efecto, la sensación y lo que tienes dentro vuelve a salir y magulla, y a veces demasiado.
Nada es imposible, dicen, pero nada es posible, dicen. ¿Entonces? Nada puede escapar a la ambigüedad de un camino. Sí, muchos lo llaman camino, otros podrán llamarlo vereda, paso, o cualquier nombre, pero en todos existe un elemento común: su longitud. Podrán ser de mil formas, pero todos serán largos, sinuosos (algunos más que otros) e incluso, con muchas piedras en el camino y espigas. O quizás no. Ese es el problema "o quizás no". Podremos pensar, debatir, reflexionar, convencernos a nosotros mismo de una idea, pero al final siempre en tu cabeza, que podrá ser tu conciencia o bien tu alma, la que en un momento te dirá "o quizás no", y seguramente vendrá seguida de una razón, muchas veces rara, estúpida y otras veces con sentido pero que sea también como las primeras, y aquí yo digo: o quizás no.
Ejemplos fáciles: "Quiero estudiar Medicina... O quizás no, nunca me ha gustado tratar con ancianos"; "Quiero vivir y trabajar en otra ciudad... O quizás no, tengo aquí a toda mi familia, y allí nada". Después otros ejemplos más internos: dejarla ir, dejar que se quede, querer irte, querer quedarte y así en un largo etcétera que nada mas sea formulado lleva consigo el "o quizás no". ¿O quizás no que? Esa formulación no deja tiempo a la improvisación. Pero no se trata de una improvisación acerca de hacer algo sin pensar si debes o no debes, o si lo sientes, si no de tener esa idea en la cabeza, de querer y sentir hacerlo, pero que luego no lo hagas por miedo a nada, por miedo a todo.
Realmente, existe una conexión, nada es todo y el todo es nada. Y si al final por considerar que nada es todo, no hacemos algo; y por considerar que todo es nada lo hacemos, la consecuencia es la misma: perder. Perder a jugar por miedo o por azar.
Me gusta el azar, me ha parecido algo atractivo a la hora de vivir. Cierto es que el azar es algo difuso pues incluye terminar siendo quien no somos o quizás es porque tanta gente ha usado el azar de forma indiscriminada que ahora, ser azar, es ser una parte prescindible de la sociedad... O quizás no. Maldito quizás no.
Quiero algo, lo quiero con mucha intensidad, con muchas ansias cada vez que lo pienso. Luego, o quizás no. Quizás deba dejarlo ya, y aprender. Pero, es que ya he aprendido. Mucho. Ya lo he dicho muchas veces, está asimilado, lo sé. Además conozco los hechos, los antecedentes, el por qué de algo y el por qué de nada. Lo conozco... Pero, ahora no depende de mí... o quizás no. Maldito quizás no.
Y el problema de siempre: una vez decidido lo que queremos y obviado el "o quizás no", toca hacerlo. Ponerse en acción y llevarlo a cabo, aparece el miedo. El miedo temporal. Lo llamo miedo temporal porque es aquél en el que pensamos "debo hacerlo ahora, esperar a más adelante o qué hago". Si lo haces ahora, corres el riesgo de precipitarte, si esperas a más adelante, pues haber esperado demasiado y si quedaba esa oportunidad, se fue. Tal cual estaba esperando por ti como se harto de ello... O quizás no. Maldito quizás no.
Y ahora, ¿qué hacemos? ¿Qué digo? ¿Qué toca hacer ahora? Pues entonces ahora, creo, espero o quizás imploro, una señal, o varias... No sé si ya las tuve o lo que yo consideré señales sólo lo fueron en mi cabeza, y en realidad, esa odiosa realidad, es que no fueron señales... Pero ahora toca, correr. Correr como si fuera la última acción por hacer. Correr tan rápido como nos sea posible. Correr y cuando hayamos llegado al final de la carrera, saltar. Saltar al vacío y jugárnosla a todo o nada. Podrás arrepentirte de eso, de habértela jugado, pero por experiencia, y muchos lo saben, que duele más arrepentirse por no haber saltado y no conocer si hubo o no posibilidad de lo que fuera deseado...
Por eso, es hora de correr y saltar, ¿lo harás?¿correrás y saltarás?. A mí no me toca correr, porque ya lo hago, es más poco me queda para saltar, y cuando llegue saltaré... O quizás no. Maldito quizás no.
(Si lo hago, espero que cuando salte estemos ambos en el aire)
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