Dulce armonía el silencio que callas cuando hablas. Asqueroso sonido de cuando callas. Ese es el principio de cuanto rodea este mundo. Sólo eres un ángel caído, sin alas. Eres una peste que recorre el mundo dejando un rastro de pavor doloroso. Incluso, en mí, mas que te duela, eres el dolor clavado en un profundo y bien hondo lugar al que no podrás más que subyugar y quemar.
Tu pelo, roijzo es el signo de la llama del fuego que tras de tí sigue infectando todas las miradas y matándo aquello que consideras necesario. Y te equivocas, no eres más que la oda al dolor y el sufrimiento. Tu espina se te clava en tu corazón y eres odio en cuerpo y alma. Me avergüenzo.
Eres todo cuanto quise fueras y ahora te destruyes y te rodeas de fuego, chispas ardientes que no dejan entrar.
Puedes destrozarte y destrozarnos, pero esa culpa que te corroe y siembra tu desdén te cobrará el precio acorde a tus actos. Arderás de hielo encima. Te quemarás de congelación augurada y en tu sufrimiento será la alegría de quienes hemos deseado tu fin. Tu sufrimiento será el gozo del humano. Tu fin está tan cerca que casi tus cenizas puedo oler y, ¿sabes qué? Me gusta y me alegro. Inmundicia volverás a tu mundo y no verás más que sombras y ese es el final perfecto para tu culpa incendiaria.
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