LIV

Bordes que corren sobre el borde,
y no son los anillos de Saturno,
ni lo es mi dedo haciendo círculos,
sino la vida sorda esperando su turno.

De hablar en silencio,
y callar a gritos, escuchando el principio,
de su final en llamas encendidos.

Su candela, su brillo sin oscuridad,
su alma encerrada,
en su ilusión de despertar mañana,
y ver en el Sol su cara enrojecida,
para pasar su mano en la niebla,
que recoge tu anhelo de ver la herida,
de una vez cerrada y tu mitad viva...

Vueltas y vueltas, más aún.

Esperando contestación,
del sabio que escucha tu canción,
atento seguidor, del aliento de tu fe
en la orilla de la ciudad que [no] encontré.

Que construí para decir, para mentir,
para obviar lo que ayer sentí,
para oír, para entender el llanto
de un triste bebé, que calla cuando es feliz,
y llora cuando sufre por el ayer.

Y mi ayer fue, lo que hoy te dejo ser,
ser mentira, y tu verdad nunca vivida,
porque yo te construí un mundo,
donde el verde es negro, y el negro,
carbón de la nube muerta.

Empuja bien fuerte las puertas,
no por cerrarse se abren ventanas,
dándote oportunidades, sino insistiendo,
en el recuerdo de tu talento,
logras el objetivo primero,
y que no sé decirte cuál,
porque para mí aún es un misterio...

[Cambiar la forma de la verdad,
dicen que se llama adulterio.]

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